martes, 3 de febrero de 2015

Tesoros

La democracia en México no ha sido un texto en la historia nacional. Más que un proyecto consumado, ha sido una aspiración. El país ha vivido en dos siglos de historia independiente grandes y determinantes episodios democráticos como lo son el movimiento de Independencia y la Revolución Mexicana.
México vive hoy problemas sociales fuertes, reformas estructurales postergadas en su momento y queriendo implementarse todas a la vez. Los problemas parecen inmensos y las posibilidades de superarlos escasas.
Pese a esto, en un complejo proceso de avances y retrocesos, el país ha podido ir construyendo instituciones sólidas y una estructura legal que ha mantenido a flote nuestra democracia.
México llegó al año 2010 en momentos de enorme complejidad. En su doble aniversario de la Independencia de la nación pero también de la Revolución existen y siguen existiendo hoy, a inicios de 2015, compromisos que no han podido concretarse.
Ante esta realidad observable por la mayoría de los mexicanos, es que me atrevo a citar a Fernando Vázquez Rigada quien en su libro Las palabras de Casandra. Historia del futuro del Estado Mexicano  (2011) expresa:
“La construcción de una sociedad decente y civilizada pasa por generarle capacidades de adaptación a los retos de la globalidad y a la resolución conjunta y sistemática de urgencias nacionales. Para lograrlo debemos determinar los alcances del nuevo tiempo mexicano: el del futuro. Debemos hacerlo bajo un esfuerzo de imaginación y de consenso, que desemboque en la construcción de un nuevo contrato social”.  
Analizando estas palabras, podemos decir entonces, que resulta necesario tomar en cuenta nuestras raíces, nuestra historia y los valores que tenemos como pueblo mexicano para construir un futuro más alentador, un nuevo nacionalismo que nos comprometa, por no decir que nos obligue con nuestra querida patria.
El nacionalismo entendido como sentido de pertenencia a una nación, a un país  que hoy más que nunca necesita de ciudadanos identificados y comprometidos con las instituciones que tanto ha costado consolidar en el país.
Ciudadanos que podamos asumir la responsabilidad de ejercer nuestros derechos y a la vez cumplir con los deberes que la democracia demanda. ¿Estamos preparados para ello?

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